Y lo grito bien alto!!!
Me molesta mucho como la sociedad nos impregna de la creencia errónea de que hay que ser fuertes, que no debemos mostrar debilidad porque nos harán daño. Creo que el daño nos lo están haciendo cuando estos mensajes terminan por calar en nuestra mente y actuamos en consecuencia.
¿Y por qué os cuento esto? Creo que sinceramente le estamos dando un valor a la vulnerabilidad más cercano a la debilidad que al significado real que considero que esta palabra tiene.
La vulnerabilidad es la puerta del aprendizaje. Solo cuando nos reconocemos vulnerables reconocemos todo el camino que nos queda por recorrer, toda la senda de nuestro aprendizaje.
Tenemos la creencia errónea de tratar de ser expertos en algo, de llegar a la cima de la pirámide de nuestra profesión y desde ahí mirar por encima como el que se sabe conocedor de todo. Que difícil resulta muchas veces tratar de impartir formación a personas muy preparadas. Son los que más a la defensiva se colocan y los que más necesitan aprender.
Ser vulnerable es reconocerse principiante. Desgraciadamente, cuando más sabemos más nos cuesta aprender, más creemos que las cosas no nos van a sorprender, que todo está inventado. Nuestro expertise se convierte muchas veces en nuestro freno, en una cadena de falsa seguridad que nos impide lanzarnos a lo desconocido.
Miremos a los niños. Son los más vulnerables y los que aprenden con más rapidez. Los adultos protegemos su vulnerabilidad y les acompañamos en cada uno de sus nuevos aprendizajes.
Os invito a hacer esto con los adultos. Conozcamos su vulnerabilidad y ayudémosles a descubrir, a mirar con otros ojos. Básicamente en eso consiste aprender.
La gran diferencia entre los llamados expertos y los maestros reside en que los maestros siempre se perciben como principiantes.
Ojalá algún día se valore más nuestra capacidad de aprender que nuestra destreza para estudiar
Buen inicio de semana