Leía ayer un artículo de opinión de David Brooks en The New York Times acerca de su último trabajo The Second Mountain: The Quest for a Moral Life.
El autor del best seller El camino del carácter nos acerca, en este nuevo trabajo, una reflexión maravillosa en la que nos presenta la vida como un camino en el que algunas personas recorren una montaña mientras que otras, en ocasiones, ascienden una segunda montaña que nada tiene que ver con la primera.
La primera montaña es la que la sociedad nos invita a escalar. Personas que “salieron de la escuela, comenzaron su carrera, formaron una familia e identificaron la montaña que pensaban que estaban destinados a escalar. Voy a ser un empresario, un médico, un policía. Hicieron las cosas que la sociedad nos anima a hacer, como dejar una huella, tener éxito, comprar una casa, criar una familia, buscar la felicidad”.
Esta primera montaña es la de la reputación, la del logro que alimenta el ego. El que todos tenemos, no nos engañemos. Es la montaña que alimenta el individualismo.
Sin embargo, en ocasiones hay personas que vivieron situaciones que interrumpieron de manera repentina “la existencia lineal que habían imaginado”. Algunos de ellos consiguieron el éxito y lo encontraron profundamente insatisfactorio. Otras fallaron, no alcanzaron lo que se habían propuesto. Y en otras ocasiones la vida mostró su lado más frágil golpeando de manera inesperada la tranquila vida de algunas personas en forma de escenario dramático.
La vida les había arrojado ladera abajo hacia un valle donde no pensaban que podían encontrarse nunca. Les despojó de todo lo que habían conseguido. Y en ese momento “se dan cuenta de que, si bien nuestro sistema educativo generalmente nos prepara para escalar esta o aquella montaña, su vida se define realmente por la forma en que hace uso de su momento de mayor adversidad”.
La primer montaña es la metáfora de la sociedad hiperindividualista en la que, según el autor, se han debilitado los vínculos entre las personas.
“Si la primera montaña se trata de construir el ego y de definir al yo, la segunda es de deshacerse del ego y de disolver el yo. Si la primera montaña se trata de la adquisición, la segunda montaña se trata de la contribución”.
La primera montaña pone al individuo en el centro. La segunda pone las relaciones en el centro.
Las personas que han ascendido esta segunda montaña, nos están mandando una información muy valiosa: “midamos nuestras vidas por la calidad de nuestros apegos, para ver que la vida es un esfuerzo cualitativo, no cuantitativo. Nos piden que veamos a los demás en su totalidad, y no solo como un estereotipo, y que tengamos el valor de liderar con vulnerabilidad. Estas personas de la segunda montaña nos están llevando a una nueva cultura. El cambio cultural ocurre cuando un pequeño grupo de personas encuentra una mejor manera de vivir y el resto de nosotros las copiamos. Estas personas de la segunda montaña lo han encontrado”.
En la primera montaña buscamos la felicidad. En la segunda buscamos la alegría.