Este es el titular que se podría extraer del estudio que en 1995 realizaron Valina Dawson y Erik Westby, psicólogos estadounidenses y que puedes leer aquí.
Cruzaron los datos de los alumnos creativos de una clase con los alumnos favoritos de los profesores. De manera muy simplificada, los investigadores observaron como los profesores valoraban sobremanera la creatividad de sus alumnos pero realmente sus preferencias iban hacia los alumnos obedientes.
Lo peor de todo esto es que si los niños detectan que la obediencia es lo que estos maestros realmente valoraban de ellos, ¿qué ocurrirá cuando esos niños se conviertan en adultos que trabajen en empresas? ¿les ocurrirá lo mismo? Probablemente sí.
La dificultad que conlleva la creatividad es que se sale de la norma, la creatividad vive en ocasiones en un “universo paralelo” al conocido mundo real.
¿Qué habilidades tienen estas personas creativas?
Tres son las habilidades que comparten estas personas y que les ayuda a aumentar sus probabilidades de éxito.
La visión estratégica que les permite desarrollar un buen plan estructurado a la vez que flexible para alcanzar los objetivos que se proponen. No solo es el qué sino el cómo alcanzarlo.
La pasión que les permite amar lo que hacen para llegar a hacer lo que aman. Es difícil competir con quien ama lo que hace.
La capacidad de superación que les lleva a levantarse n+1 veces frente a las adversidades que se encuentran en el camino. La tenacidad infatigable frente a las dificultades de remar contracorriente en muchas ocasiones.
Las personas creativas a las que me refiero son aquellas que no solamente gozan de lo que crean sino del placer del propio proceso creativo. Son personas que nunca dejan de jugar porque entienden que en el juego están los aprendizajes más profundos y duraderos. Pero en un mundo tan serio, ¿quién quiere a una persona tan creativa?