La acepción más conocida de la generosidad es “dar sin esperar recibir”, una suerte de altruismo que ha ido degenerando en el abandono de uno mismo en beneficio de la atención exclusiva al otro.
El viernes pasado fui invitado a participar en el evento anual del Club de MalasMadres, un movimiento creado por Laura Baena (malamadre jefa) que actúa por la conciliación, por romper el muro de la desigualdad entre hombres y mujeres y por la corresponsabilidad. Puedes saber más de La Party aquí
La mesa redonda en la que participé trataba de reflexionar sobre el talento y el liderazgo en un nuevo escenario donde el futuro es hoy y donde lo que decidamos hacer impactará de manera real en nuestros hijos.
Siempre que escucho a mi querido Fernando Botella me lleno la cabeza de ideas y reflexiones. Una de ellas es entender la generosidad desde un prisma bien distinto y mucho más revelador. La generosidad no solo es dar sin esperar recibir. Es pedir lo que necesitas.
La generosidad está estrechamente relacionada con el autocuidado, con ponerse en primer lugar para poder generar un modelo de referencia en positivo para hijos, compañeros, colaboradores en casa, en el trabajo y en la vida.
El autocuidado generoso es ocuparse de uno mismo, atenderse en las necesidades más básicas. El tiempo dedicado a uno mismo ayuda a romper estereotipos y a mostrar una cara diferente a la que se espera de hombres y mujeres.
Para mi, como padre de familia siempre hay un mantra que me repito continuamente. Quiero que mis hijos decidan que el mundo en un lugar donde merece la pena vivir.Y para ello, ¿qué deben ver en mi? ¿Y en su mamá?
En muchas ocasiones, cuando hago esta pregunta a los miles de mamás y papás con quienes trabajo (profesionales, deportistas, personas anónimas casi todas ellas) se encuentran con una respuesta que no les gusta nada. Proyectamos un modelo de adulto poco o nada atractivo para las nuevas generaciones. Adultos estresados, que no tienen ni un minuto para ellos mismos, disfrutan en escasísimas ocasiones, están irascibles, saltan a la más mínima, trabajan de sol a sol y apenas pueden dedicar un minuto de atención serena a sus hijos.
Soy consciente de que en muchas ocasiones hay mucho poco espacio para bajar el ritmo, pero la vida se nos escapa como el agua entre los dedos y nos subimos en un avión con el piloto automático puesto del que, cuando queremos bajar se nos ha hecho un poco tarde .
Y curiosamente para entrenar el autocuidado es necesario apostar a tumba abierta por la corresponsabilidad en el hogar.
Si nuestros hijos ven y viven modelos de corresponsabilidad lo incorporarán como natural frente a los modelos machistas en los que hemos crecido todos. Modelos no solo de los hombres. También de muchas mujeres que han alimentado a lo largo de las generaciones sistemas patriarcales que nos han traído a donde estamos.
Por hoy os dejo, que voy a autocuidarme generosamente un ratito.