Leo con desasosiego un artículo en el periódico El País donde se detallan como algunos entrenadores someten a sus deportistas a humillaciones y agresiones emocionales y físicas, preparándoles para competir al más alto nivel. Cuando ganar tiene un límite es el título de este artículo que no tiene desperdicio.
¿Cómo es posible que todavía no entendamos que tener unos estándares elevadísimos de exigencia nuncadeben ir unidos a ningún tipo de abuso, vejación y humillación a un ser humano.
Tengo clarísimo que el deporte de alto rendimiento no es saludable. Pero esto no es excusa para arrasar límites donde se anula a las personas. El técnico Yuto Hayami golpea a Sae Miyakawa, gimnasta japonesa, de 19 años con la intención, según ella misma, de motivarla.
https://www.youtube.com/watch?v=ehDoV7ltkSY
¿Estamos locos? ¿Cuándo hemos aceptado estas prácticas como parte del entrenamiento de un deportista? Lógicamente el concepto entrenamiento pierde todo su valor para dar paso al adiestramiento más cruel y sin sentido.
Esto, que aparece en el mundo del deporte de élite se extrapola al deporte en distintos niveles de rendimiento, pero de igual manera aparece en el mundo laboral o en las familias.
¿Quién nos ha metido en la cabeza que la gente rinde más cuando se le trata mal? Hay ciertas cosas de sentido común que no suelen ser de práctica común. Las humillaciones hacia deportistas, profesionales o hijos son fruto de una carencia absoluta de herramientas. Modelos que hemos observado desde hace mucho tiempo y que hemos dado por válidos sin apenas cuestionarnos los métodos empleados. El agredido se convierte en agresor. E incluso algunos de los agredidos justifican los abusos recibidos al no entender que haya otros comportamientos posibles.
Y desgraciadamente aún seguimos viéndolos en escenarios diferentes. Ya sean con vestimenta deportiva, con corbata y trajes ejecutivos o en casa. Algunos padres tratan a sus hijos como si fueran sus empleados. Lamentable.
El reto está delante de nosotros. ¿cómo podemos mantener un nivel elevado de exigencia con nuestros deportistas, colaboradores o hijos manteniendo el mismo elevado nivel de respeto profundo a su dignidad como seres humanos?
Marcos de Quinto, uno de los directivos españoles más exitoso a nivel global, al salir de Coca Cola dejó un legado a sus colaboradores. Una de las reflexiones más importantes consistía en “no ignorar el poder de la amabilidad”
Ser amable no es sinónimo de permisividad, relajación o falta de exigencia. Es tratar con humanidad al otro para conectar con él y exigirle al nivel del reto que enfrenta.
Acompañar a un deportista a conseguir un gran resultado exige sobrepasar límites pero jamás aquellos vinculados con la dignidad del ser humano. Eso nunca. Nada merece la pena cuando se transgreden estos límites.
La herida en ocasiones es incurable.