A nivel individual, la resistencia al cambio tiene que ver, frecuentemente, con la forma como las personas construirnos nuestros esquemas y modelos mentales.
Desde el momento en que nacemos, y a medida que crecemos, todas las personas vamos construyendo gradualmente un conjunto de esquemas, creencias o modelos mentales, que nos permiten realizar simplificaciones de la realidad.
Nuestros modelos mentales van tomando forma mediante la educación que recibimos, lo que aprendemos, la identificación con personas significativas, la influencia de las personas que nos rodean, las recompensas e incentivos que encontramos en la vida, y nuestra experiencia personal, lo que observamos y vivimos.
Una vez que hemos formado nuestras actitudes y esquemas mentales, tendemos a resistirnos a cambiarlos ya que dichas actitudes y esquemas sirven para guiar nuestra conducta, nos ayudan a procesar la información, dirigir nuestra atención, y nos permiten tener una visión coherente del mundo y de nosotros mismos.
De este modo, cualquier información o cualquier intento de persuasión que choquen con la información previa que teníamos, pueden ser vistas como poco creíbles, y producir así un rechazo inicial. Todas las personas adultas estamos equipadas con un mecanismo de filtrado que nos lleva a rechazar la nueva información que no sea consistente y coherente con las creencias y el modelo mental previo que teníamos.
En general, la mente humana suele ser muy conservadora y cuando la información que llega a nuestro cerebro no coincide con las creencias que tenemos almacenadas en nuestra memoria, resolvemos el conflicto a favor de las creencias o esquemas ya instalados. Ignoramos, ponemos en duda o incluso manipulamos lo que no coincide con nuestras expectativas y recibimos con agrado lo que resulta acorde o congruente con nuestras creencias. Por eso, tendemos a dedicar más atención y más esfuerzo y tiempo al procesamiento de la información que nos permite consolidar nuestras actitudes y convicciones previas, mientras que tendemos a ignorar la información que las contradice.
Generalmente necesitamos obtener una gran cantidad de nuevas evidencias para cambiar nuestros esquemas, y sólo los cambiaremos muy lentamente para adaptarlos a la nueva información.
A veces este cambio de esquemas se ve forzado porque se descubre que dichos esquemas constituían una representación equivocada de la realidad, o cuando se producen cambios tecnológicos, sociales, o de otro tipo, que obligan a buscar esquemas que expliquen mejor la nueva realidad. Eso sucedió, por ejemplo, cuando Cristóbal Colón descubrió América, dando lugar a una revolución en todos los órdenes de magnitud y generando nuevos paradigmas sociales, económicos y científicos.
A menudo podemos ver los cambios que nos obligan a modificar nuestras actitudes como una amenaza a nuestra estabilidad emocional, o a nuestro sentido de identidad. Esto tenderá a suceder, especialmente, cuando se ataquen nuestros esquemas mentales o actitudes más importantes, aquellos que se relacionan con cuestiones de tienen gran importancia para nosotros, y que nos sirven de guía en un rango amplio de situaciones.