Claude Steiner elaboró la teoría denominada “la economía de las caricias” apoyado tanto en sus observaciones clínicas como en el legado de su maestro Eric Berne. Estas “unidades de contacto” ya sean verbales, táctiles, escritas o gestuales se denominan “caricias” que son definidas por el propio Berne como «cualquier acto que implique el reconocimiento de la presencia de otro» o dicho de otro modo, es cualquier estímulo social dirigido de un ser vivo a otro y que reconoce la existencia de este.
En su libro Los guiones que vivimos explica como las caricias son imprescindibles para sobrevivir y si no las recibimos ponemos en marcha mecanismos instintivos que nos llevan a demandarlas a cualquier precio.
Llegado este punto preferimos recibir “caricias negativas” antes que no recibir ninguna caricia. Esto nos lleva a preferir el grito a la ignorancia.
En el caso de los niños les puede llevar a rebelarse simplemente porque necesitan que sus padres les pongan límites ya que de esa manera se sentirán protegidos. Pero también pueden optar por ser obedientes, ordenados y respetuosos para obtener estas caricias que le llevarán a sentirse muy bien cuando hacen lo que quieren o esperan los demás.
Y cuando llegamos a adultos y entramos en los entornos laborales, la ley de las caricias y, desgraciadamente, la ley de la escasez de las caricias es el denominador común en muchas de las relaciones profesionales:
- No des las caricias positivas que corresponden, ya que “no se van a esforzar más si les felicitamos”, “que cumpla con su obligación que para eso le pagan”,“ hay cosas más importantes que estar diciendo tonterías”.
- No aceptes las caricias positivas que mereces ya que “eres vanidoso” o “eres de perfil bajo”
- Ni se te ocurra pedir las caricias que necesites ya que “tienes que ser fuerte y no necesitar de nadie” y “pueden usarlo contra ti en cualquier momento”
- Por supuesto no te des caricias a ti mismo, puede ser que te sientas superior y seas un vanidoso y un narcisista.
La ley de la escasez de caricias la hemos respetado tanto y nos la hemos creído tanto, que resulta difícil cumplir con todo lo contrario: la abundancia de las caricias.
Y es que con las caricias positivas hay que actuar dándolas cuando corresponde, aceptándolas cuando las mereces, pidiendo las que necesites y dándotelas a ti mismo y nunca recogiendo aquellas caricias destructoras que algunos tratarán de lanzarte.
Que tus caricias sean incondicionales y en su justa medida, que sean espontaneas y autenticas y no rutinarias y mecánicas, que sean personalizadas, adecuadas y bien argumentadas.
¿Te das cuenta que solo las personas que se valoran a si mismas son las que dan a los demás caricias positivas verdaderas?