Un interesante estudio realizado por Wrzesniewski (1997) y publicado en el Journal of Research in Personality, sobre la percepción de las personas sobre sus empleos reveló que los trabajadores ven sus trabajos de tres maneras muy diferentes: Un grupo entendía su trabajo como un “empleo” que les aportaba una cantidad económica al mes y que les permitía pagar sus deudas. En ningún caso percibían sus trabajos como gratificantes ni positivos para ellos.
Un segundo grupo catalogaba sus trabajos dentro de la categoría de “carrera”. Si bien no los valoraban como positivos si encontraban oportunidades de desarrollo profesional que les permitía alcanzar puestos de mayor poder, un aumento de su estatus social y de mejora de su autoestima.
Por último el tercer grupo de personas vivían sus trabajos con un mirada vocacional, que les permitía disfrutar trabajando y les hacia sentirse socialmente útiles.
Quizá el primer pensamiento que emana de esto es la teoría de que existen trabajos más tendentes a ser vocacionales que otros. Ciertos trabajos menos cualificados y más mecánicos tienen pocas oportunidades de descubrirse como trabajos vocacionales.
Sin embargo, otro estudio desarrollado en 2001 por el mismo autor, y basado en las entrevistas realizadas a 28 trabajadores del equipo de limpieza de un centro hospitalario concluía lo contrario. Existían personas de este equipo a las que les desagradaba el trabajo que realizaban, tratando de llevar a cabo la mínima cantidad de trabajo posible cada día. Sin embargo, otro grupo de trabajadores del mismo equipo eran capaces de transformar su trabajo en algo mucho más significativo. Para este grupo, las tareas que realizaban mejoraban la calidad de vida de los pacientes y personal sanitario. Incorporaban a sus tareas obligatorias otra serie de actividades que realizaban voluntariamente, dando apoyo al resto del equipo sanitario. Eran personas con las que se podía contar para tareas que iban más allá de sus responsabilidades de limpieza. Su actitud frente a los demás era mucho más positiva que las de aquellos que no disfrutaban de su trabajo.
Es sencillo encontrar ejemplos tan cotidianos como este que confirman las conclusiones de estos estudios
No creo que mucha gente pueda encontrar en este trabajo una vocación. Sin embargo, la actitud de este barrendero mejora la vida de muchos niños y es un ejemplo de lo que muchos investigadores tratan de demostrar en sus estudios.
Quizá una de las conclusiones más importantes de este post sea la necesidad de que a nuestro trabajo le vendría bien una perspectiva diferente a la que le llevamos dando desde hace tiempo.
Los trabajos no tienen por qué ser anodinos por si mismos, sino que nuestra actitud es la que alimenta su insustancialidad.
Cualquier trabajo puede convertirse en un espacio inteligente si nosotros le dotamos del significado necesario y de la utilidad social correspondiente. Pero para eso, es necesario tener una mirada nueva.