Shawn Achor, profesor de Harvard y autor entre otros libros de La felicidad como ventaja explica cómo tan sólo el 25% de la felicidad de una persona se puede predecir por su cociente intelectual. El 75% restante se debe a sus niveles de optimismo, sus grupos sociales y a la capacidad de percibir la presión como un reto en lugar de como una adversidad.
Tanto él como Tal Ben Shahar, compañero en Harvard y fieles defensores de la psicología positiva, abogan por un cambio de paradigma en relación a la vinculación entre éxito y felicidad.
Pretenden explicarnos la necesidad de acabar con la creencia establecida de que es necesario luchar por tener éxito para así alcanzar la tan ansiada felicidad. Al conseguir lo que tanto deseabas y que con tanto esfuerzo has logrado, provocas que el propio resultado genere una nueva meta que a su vez, posterga inmediatamente la felicidad, condicionándola a la consecución del próximo éxito.
Vivir con la ilusión de que el éxito trae la felicidad hace que vivamos cada vez más infelices.
El profesor Shahar repite cada año el mismo experimento con sus alumnos de Harvard. Imparte una asignatura a cerca de 1000 alumnos. Le pregunta y les pide que levanten la mano aquellos que se sintieron enormemente felices cuando recibieron la carta de admisión en la prestigiosa universidad estadounidense. Como era lógico todos levantaron la mano.
Seguidamente les pidió que dejaran las manos levantadas todos aquellos que al recibir la carta de admisión pensaron que serian felices el resto de su vida. Pocos alumnos la bajaron. La mayoría seguía con la mano alzada.
Por último, les pidió que dejaran la mano levantada aquellos que en ese mismo momento se sentían felices. Casi todos los alumnos la bajaron.
Es tan de sentido común como esto que acabas de leer. El hecho de haber conseguido una meta muy esperada y trabajada tampoco es sinónimo de felicidad. Esto no significa que el éxito, el esfuerzo y el trabajo duro sean malos. En absoluto. Tan solo es la invitación a no poner el éxito como requisito para ser feliz sino al contrario: si entrenas tu optimismo tienes más posibilidades de alcanzar el éxito.
Un cerebro positivo es un 31% más productivo que un cerebro estresado, neutro o negativo. La dopamina que irriga el cerebro cuando es positivo hace que se activen los centros del aprendizaje, permitiéndole adaptarse al entorno de manera diferente.
Y es que quizá nos empeñamos en encontrar las respuestas que nos lleven a la felicidad y lo que no invertimos es el tiempo necesario para hacer las preguntas adecuadas.
Seguramente la felicidad es más sencilla encontrarla si cambiamos las preguntas que nos hacemos. Si las respuestas no nos convencen, cambiemos las preguntas y esas nuevas preguntas cambiarán la realidad.
¿Hace cuanto que no te haces preguntas positivas? Hace cuanto no te preguntas acerca de tus fortalezas? ¿qué te apasiona? ¿Qué te aporta energía? ¿cuáles son los modelos positivos en los que te miras para seguir creciendo?¿Qué puedes aportar tú como modelo de referencia para otros?
Si quieres saber más, puedes leer:
SHAWN, A (2011): La felicidad como ventaja. RBA Editores
SHAHAR T. (2011): La búsqueda de la felicidad. Alienta editorial