En varios post, a lo largo de la vida de este blog, he querido reflexionar y compartir los motivos por los que las personas necesitamos vincularnos a un colectivo y sentirnos pertenecientes a él.
Todos los seres humanos necesitamos cubrir nuestras necesidades de pertenencia y significancia desde que nacemos. Este punto de partida es interesante conocerlo para entender la importancia que adquiere en el mundo adulto.
Buscar y encontrar ejemplos de equipos que hayan conseguido establecer un vínculo poderoso a lo largo de su historia, nos puede ayudar a entender cuales son algunas de las claves que explican cómo ciertos equipos perduran con éxito más allá de los resultados que obtengan.
Los All Blacks, equipo nacional de rugby de Nueva Zelanda es uno de los ejemplos más plausibles cuando hablamos de sentimiento de pertenencia.
¿Sobre qué factores se construye y alimenta este sentimiento de pertenencia?
En el caso de los All Blacks, como en el de cualquier equipo hay un primer factor que es tan evidente como importante: Nos sentimos pertenecientes cuando conseguir pertenecer supone un esfuerzo. Valoramos la pertenencia cuando pagamos todo el precio del compromiso. Si conseguir las cosas no supone un esfuerzo, la pertenencia no se valora. Es la ética del sudor la que construye pertenencia. Un atleta olímpico se siente perteneciente a un selecto grupo de deportistas que han participado en un evento al alcance de unos pocos elegidos que trabajaron hasta la extenuación para conseguir sus objetivos.
Los simbolismos en torno a un equipo: El significado de vestir la camiseta de los All Blacks trasciende el mero hecho de ser la indumentaria deportiva diseñada para competir en un terreno de juego. Es un símbolo de pertenencia al que se rinde un culto respetuoso por la historia de quienes la vistieron anteriormente. Porque cuando las situaciones se ponen muy adversas puedes buscar tu motivación en la inspiración de aquellos que anteriormente hicieron lo mismo que tú estás haciendo ahora.
La humildad por encima de cualquier ego. Los jugadores de los All Blacks se sienten depositarios de la camiseta y no propietarios de la misma. Los jugadores pasarán a lo largo del tiempo pero la camiseta perdurará en otros cuerpos. Esta es la esencia de la poderosa fragilidad. Nada es eterno y los héroes cotidianos son frágiles por si solos pero poderosos como colectivo.
Lo que enciende la pasión de los jugadores es convertirse en los guardianes de la historia del equipo y transmitir un legado para las sucesivas generaciones, transmitiendo los valores sobre los que se ha construido el equipo. Cuando esa transmisión de valores se interrumpe, un equipo empieza a perder su alma. La transmisión de valores se puede olvidar cuando la arrogancia oscurece el intangible más valioso para las personas y los equipos.
Tratar de tender lazos con el pasado para entender la importancia de lo que hacemos en el presente. No todo es presente y futuro. Es curioso como la esencia del rugby reside aquí. No está permitido dar un pase hacia delante con las manos. Siempre el pase debe ir hacia atrás como si de una metáfora se tratase. Es en el pasado donde el jugador de rugby encuentra el sentido al avance hacia el futuro. Encontrar un compañero al que pasar es como mirar a aquellos que, tiempo atrás, corrieron como equipo para construir los valores que hoy perduran más allá de los resultados.
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