Como en alguna ocasión hemos comentado y alguno me habéis escuchado, el lenguaje tiene dos funciones muy importantes. Una de ellas es descriptiva, es decir, el lenguaje nos sirve para describir aquello que percibimos a través de nuestros sentidos.
La segunda función, más importante que la primera, es la capacidad del lenguaje para generar realidad. El lenguaje, capacidad que posee el ser humano y que lo diferencia del resto de animales, tiene una función generadora de realidad. Lo que decimos y lo que nos decimos, es lo que posteriormente nos encontramos.
Es por este motivo por el que debemos ser muy conscientes de la manera en la que utilizamos nuestro lenguaje.
El lenguaje nos proporciona la capacidad de distinguir aquello que nombramos. Un médico posee distinciones que le permiten interpretar síntomas de una enfermedad y un abogado las posee con respecto a las leyes, lo que permite interpretarlas de una manera adecuada.
Otro aspecto fundamental es que solo somos capaces de observar aquello que podemos distinguir como algo diferente. Es decir, si fuéramos a la selva no sabríamos utilizar las plantas medicinales ya que no las veríamos como tales al no tener un término conocido para ellas.
Hacer distinciones con el lenguaje nos permite encontrar nuevas formas de mirar, ampliando las opciones y encontrando nuevas alternativas
Hoy comparto con vosotros la distinción entre EXCELENCIA y EXIGENCIA.
La excelencia consiste en tener el cuidado y la atención por hacer las cosas lo mejor posible y para ello, tal y como decía Aristóteles, la excelencia consiste en generar un hábito y no solo una acción.
Por el contario, la exigencia no busca hacer las cosas lo mejor posible, sino hacerlas perfectas.
¿Cuál es el problema? Cuando las personas se orientan a la exigencia tienden a entender que lo que hacen es lo que son y que si no hacen algo perfecto entonces habrán fracasado y eso afecta a su propia identidad. Las personas exigentes no se permiten fallar y no permiten que los demás fallen.
Por el contario las personas que se orientan a la excelencia creen profundamente que el error es una parte fundamental del aprendizaje.
En un contexto de excelencia es mucho más fácil permitirse asumir riesgos, dar cabida a la creatividad y permitir que se experimente sin que la culpabilidad esté presente, sino más bien la responsabilidad.
Además la exigencia no nos permite disfrutar, además de aumentar la necesidad de control sobre los demás y no permite que se genere ningún clima de confianza.
En el camino de la exigencia no hay lugar a ningún beneficio que no sea el generado por el cumplimiento del objetivo. Si no se cumple el objetivo no hay percepción alguna de beneficio.
Por el contrario, en la excelencia el camino es más importante que la meta.
Y cuando te hablas a ti mismo, ¿eres excelente o exigente?