Cada vez que llega una época de descanso, sea en Navidad, verano o cualquier otro momento del año, nuestro ritmo diario baja y disponemos de tiempo para poder pensar con más tranquilidad. En muchos casos nos permite comprometernos con nuevos proyectos, cambiar determinados hábitos y dedicarnos más tiempo a nosotros mismos. Pasadas unas semanas, en el mejor de los casos, olvidamos lo que pensamos porque la vorágine del día a día nos hace olvidar con demasiada facilidad aquello que decidimos hacer.
El 2014 se puede presentar como una gran oportunidad para emprender nuevos proyectos, ya sean profesionales o personales, individuales o colectivos.
Quizás el problema por el cuál abandonamos nuestras propuestas con el inicio del año se debe a que las añadimos a las miles de cosas que ya hacemos y de las que no queremos renunciar. Para poder abrir hay que cerrar, para poder empezar hay que terminar.
El descanso nos llena de energía y nos confunde haciéndonos creer que las cosas son más sencillas de lo que luego resultan ser. Y añadir propósitos a los proyectos que ya tenemos nos llena las agendas, nos completa los calendarios y nos agota la energía rápidamente. Y no abandonamos porque no dispongamos de la capacidad para hacer cosas nuevas. Lo hacemos, sencillamente, porque no llegamos a todo.
Los cambios y las transformaciones requieren imprescindiblemente de renuncias donde lo gastado da paso a lo nuevo. Meter más cosas en la mochila nos hace caminar más lento y puede afectar a nuestro estado de ánimo.
Es curioso porque los nuevos proyectos requieren de nosotros una inmunidad al desanimo y sin embargo ya empezamos agotados solo de pensar que es una cosa más a añadir a nuestras tareas. Nos apegamos a aquello que conocemos, que nos es sencillo pero que hace mucho tiempo que no nos aporta nada nuevo. Y entonces entramos en el terreno de los deseos, de las fantasías que nos alejan de poder generar nuevos mundos que explorar.
“No lo intentes, hazlo o no lo hagas pero no lo intentes” El maestro Joda a Luke Sykwalker
Renuncia, depura y limpia antes de empezar un nuevo proyecto. Desaprender es renunciar con humildad a lo que sabíamos y que nos pudo ser útil en un momento determinado pero que ya pasó.
Desaprender requiere declarar nuestra vulnerabilidad y mostrarnos como eternos principiantes inmunes al desaliento por aprender y explorar nuevas posibilidades.
¿A que vas a renunciar este año? ¿Cuánto hueco dejarás para nuevos propósitos que te permitan continuar creciendo?