“Arriesgarse es perder el equilibrio momentáneamente. No arriesgarse es perderse a uno mismo” Soren Kierkegaard
Una de las características que destacan de algunos deportistas de élite es su alto nivel de perfeccionismo. Todo debe salir según lo planificado, sin ningún margen de error. No solo sucede con los deportistas, también con otros muchos profesionales con elevados niveles de autoexigencia.
Ser perfeccionista tiene dos caras muy distintas. Una, la más patológica, sólo acepta aquello que es perfecto. La otra, más saludable, es la que se adapta de manera óptima a las realidades del entorno. Uno de los defensores de este modelo de perfección óptima es Tal Ben-Shahar, profesor de Harvard.
La gran diferencia entre las dos maneras de entender la perfección reside en que el perfeccionista óptimo acepta la realidad mientras que el otro la rechaza.
Se ha puesto muy de moda la necesidad de ser feliz a toda costa, idealizando la felicidad con un estado de ánimo alejado de toda dificultad, evitando las emociones no placenteras y rechazando cualquier tipo de fracaso. Sin embargo, entrenar la felicidad se basa en aceptar la realidad.
El perfeccionista insano es rígido, vive en el todo o nada, busca permanentemente los defectos que no le hacen ser perfecto y desarrolla una actitud defensiva frente a todo y a todos.
Poco o nada tiene esto que ver con el más mínimo atisbo de felicidad. Más bien, la perfección desadaptativa es un camino directo al sufrimiento y a la insatisfacción permanente.
Por este motivo las claves para desarrollar un perfeccionismo óptimo empiezan aceptando emociones que no nos resultan agradables pero que es imprescindible que aprendamos a gestionar, entendiendo que también son parte de nosotros. Entrenar la felicidad tiene más que ver con la búsqueda de alternativas y beneficios que con los defectos y los problemas.
En la imperfección reside la grandeza del ser humano. Fracasar no es garantía de un éxito posterior. Sin embargo la ausencia de fracaso te asegura no tener éxito y sobre todo, no aprender. Quienes entienden el fracaso como parte de la madurez personal y profesional terminan haciendo bien las cosas. Aunque éxito y felicidad poco tienen que ver, quienes aprender a fracasar, aprenden a arriesgarse para aprender.
Un perfeccionista no dará pasos si no tiene todo bajo control. Si embargo, ¿en qué consiste aprender? En tener una adecuada relación con el fracaso que nos permita recibir el feedback adecuado para progresar.
La felicidad reside en aceptar la realidad, en la grandeza de la imperfección de la que estamos hechos, en la capacidad infinita de aprender que tenemos los seres humanos y en la aceptación de nuestra emocionalidad menos placentera.
Qué peligroso camino el del perfeccionismo que lleva a tantos profesionales a una carrera sin fin, sin un momento de disfrute del trabajo bien hecho, del logro ya conseguido, por pequeño que sea. Veo en el perfeccionismo una de las principales fuentes de la frustración que embarga hoy día a buena parte de los profesionales con los que trabajamos. Aceptar la vida y aceptarnos como somos, para desde allí luchar disfrutando por un resultado mejor. Qué difícil resulta.
Mira que me gusta cuando escribes en el blog. Eso es que te ha llegado 🙂
Un beso enorme
Extraordinario el comentario de hoy, lleno de sabiduría. Felicidades!!!
Muy de acuerdo Álvaro,
Existe un nivel de exigencia impuesto por patrones sociales que hace que mucha gente persiga un perfeccionismo que es del todo insano.
Bajar el nivel de exigencia y de expectativa puede ser la medicina necesaria para reducir la frustración y la falta de sentimiento de logro.
Pero para ello es fundamental aprender a aceptar, a aprender que la vida como decían los estoicos, es ya perfecta como es, con sus días de lluvia y sus días de sol.
En su día preparé una entrada en mi blog sobre la necesidad de aceptar lo inevitable que con tu permiso comparto aquí.
http://autorrealizarte.com/aprender-aceptar/
Gracias una vez más por tus reflexiones. 🙂
Hola Álvaro, ya lo he leído. Enhorabuena y gracias por compartirlo.
Un fuerte abrazo
Excelente!
La necesidad de ser feliz es un máximo. La humildad es el mejor camino para alcanzarlo, pero siempre con la actitud motora personal, de querer mejorarlo. (Sólo intuyo para mí mismo, yo no proclamo….) Felicidades Álvaro por tu propuesta sobre esta reflexión.
Carles !!! que te tengo abandonado !!!
L0 suscribo 100%
Álvaro me gusta sibremanera el enfoque de tu blog que envía mensajes positivos con un toque agridulce que te anima a aceptar la realidad como es. Ese punto de vista es muy de agradecer para quienes leemes demasiado a menudo mensajes cargados de positividad que nos alejan de una imagen fidedigna de lo que nos rodea.
Hola Ángel, creo que la vida no es una película de Disney. Que hay momentos difíciles y que son los momentos en los que nuestra actitud se pone a prueba.
Un abrazo fuerte y gracias
Que importante tener siempre presente tu reflexión, porque nuestra manera de enfocar el camino que tenemos por delante determina la actitud con la que daremos nuestros pasos… . Me has hecho pensar en el apego tan grande que tenemos casi por inercia a los resultados; tendemos a valorar todo un proceso en base al resultado final y lo etiquetamos como éxito o fracaso olvidando tantas otras variables, quitando así valor a todo lo que hemos sacado en ese camino, sea más o menos agradable pero que forma parte de esa experiencia vital probablemente -y menos mal!- imperfecta, que nos ayuda a crecer y superarnos. Gracias!.
Gracias Blanca, Muchos besos !!
Extraordinario artículo. Gran orientación personal y profesional para el ejecutivo y directivo de hoy. El mundo y entorno ideal no existe y lo real es desempeñarse en entornos y culturas caía tes y en desarrollo por lo tanto la adaptación a los cambios constantes impulsan la necesidad de aceptación y valoración de lo que pudiera parecer imperfecto, pero de una u otra forma son llave de entrada para ejecutar y enseñarnos otras perspectivas o visión.
Gran aporte Daniel, gracias
Muchas gracias Martha. Te invito a que continúes compartiendo tus opiniones siempre que quieras.
Un saludo
Muy bueno el artículo. AUnque a mi, más que fracasos, me gusta llamarlos resultados diferentes. Aprendo de ellos y eso hace que no los vea como algo malo o negativo, sino como algo que me hace crecer y experimentar, y sobre todo , saber cómo no lo tengo que hacer para la próxima vez.
Hola Noelia, lo comparto totalmente, aunque creo que se fracasa cuando no se aprende nada de lo que has hecho. Ese es realmente el verdadero fracaso.
Un beso fuerte y muchas gracias por compartir tus reflexiones.
Como deportista no me puedo sentir más identificado con este artículo. Has hecho una reflexión fantástica de un problema muy grave que pocas personas que lo padecen son capaces de reconocer y salir de él. La perfección se acaba convirtiendo en una obsesión insana que te aleja radicalmente de la realidad.
«Un perfeccionista no dará pasos si no tiene todo bajo control» que gran verdad