Alguna que otra vez se nos han escapado frases como “mañana es lunes, que horror”, “lunes, ya queda menos para el fin de semana”.
¿A qué se debe este estado anímico tan improductivo? ¿qué tiene de diferente este día de la semana para que lo vivamos de esta manera?
Charles S. Areni de la Universidad de Sidney junto con Mitchell Burger, del NTF Group entrevistaron a 202 personas preguntándoles como imaginaban su estado de ánimo cada día de la semana. El resultado era previsible. Los lunes eran tristes y los sábados eran maravillosos. Sin embargo, pudieron demostrar que entre lo que estas personas imaginaban y luego realmente sentían no existía concordancia. Ni los lunes eran tan negros ni los sábados tan excitantes como habían imaginado.
Nuestra mente nos juega malas pasadas ya que solo recordamos aquellos lunes que fueron malos y nos acordamos de los increíbles sábados. Tan solo seleccionamos las evidencias que nos interesan para fortalecer las creencias que tenemos o que hemos ido adquiriendo al escuchar las creencias de otros.
¿Y que nos pasa los domingos por la tarde? La antesala del maldito lunes nos predispone a activar nuestro miedo y nuestro aburrimiento por lo que pensamos que termina: el deseado fin de semana que resulta que no resultó tan bueno como había imaginado.
La universidad de Exeter en Reino Unido ha estudiado los estragos causados por los estados emocionales negativos, concluyendo que especialmente la melancolía supone unas perdidas para los británicos de más de 93 millones de libras esterlinas.
“El primer día de la semana más de la mitad el mundo no sonreirá hasta las 11.16”
Pero, ¿la causa es el lunes? ¿existe algo más importante por debajo de esa justificación? Cuando este tipo de frases se hacen recurrentes, deberíamos empezar a pensar que el problema no está en cada maldito lunes, sino más bien qué es lo que se nos pone delante cada lunes: ¿un trabajo no deseado?, ¿un entorno hostil?, ¿una falta de proyecto?, ¿una rutina insana?
Una pregunta surge de manera natural ante este tipo de situaciones (llamémosla “lunes”):
¿Quiero cambiarlo o quiero aprender a vivir con ello?
Si quiero cambiarlo, ¿cómo reencuadro esta situación?
De cada uno de nosotros depende decidir la actitud con la que nos enfrentamos a este tipo de situaciones no elegidas. La amargura y la resignación aparecen como automatismos cuando confundimos deseos con necesidades. Desear algo hasta terminar por creer que es una necesidad sin la cual no podré vivir. Y entonces ocurre que nunca nada es suficiente.
Y es que podemos decidir si cada lunes nos convertimos en personas grises por culpa del lunes o, si por el contrario, vivimos el lunes como el inicio de una nueva semana en la que disponemos de tiempo para construir nuestro proyecto.