En este periodo estival que para muchos es de descanso, bajada de ritmo y parada para recargar las pilas de cara al próximo curso, es un buen momento para reflexionar sobre la importancia del error en el aprendizaje. Si echamos la vista atrás, ¿cuántos errores hemos cometido a lo largo de este año laboral?. Si alguien nos hiciera esta pregunta en público y nos pidiera que verbalizáramos uno, seguramente elegiríamos uno banal, superficial, que no nos pusiera en evidencia ni en riesgo frente al resto. Además casi siempre lo verbalizaríamos en plural para protegernos un poco más. Definitivamente no estamos entrenados en sacarle partido a nuestros errores porque además vivimos en sociedades en las que se nos orienta siempre al éxito.
Martin Seligman, en su libro La autentica felicidad habla sobre el aprendizaje y el error: “los niños necesitan fracasar. Necesitan sentirse tristes, inquietos y enfadados. Cuando impulsivamente los protegemos del fracaso los privamos de aprender… Al protegerlos de sentirse mal hemos dificultado el sentirse bien y experimentar fluidez. Al evitar a los niños sentimientos de fracaso, hacemos que tengan mayores dificultades para lograr dominio. Al suavizar la tristeza y la angustia justificadas que experimentan se corre un riesgo elevado de originar una depresión injustificada. Al fomentar un triunfo barato se producen fracasos muy caros”.
Simplemente cambiaría la palabra fracaso por error y me identifico plenamente con el pensamiento de Seligman. Para mi solo fracasa el que no hace. Lo demás son errores.
Santiago Álvarez de Mon reflexiona sobre este concepto en su libro Aprendiendo a perder, y entre sus muchas aportaciones me quedo con el hecho de que no nos rebelamos ante el error sino a los sentimientos que despierta, como el miedo a hacer el ridículo, a quedarnos solos, a perder nuestras relaciones o a perder seguridades falsas.
En este camino de no reconocer y aceptar los errores caminamos de la mano del ego. Son muchos los que sabiendo que caminan por un camino equivocado no son capaces de parase y cambiar su rumbo porque su orgullo se lo impide. Cuanto talento desperdiciado por culpa del orgullo desmedido.
El error y la pérdida nos permiten ser mas benevolentes con los demás y sacar lo mejor de nosotros mismos.
Como dice Álvarez de Mon “la derrota nos ayuda a digerir la victoria, la adversidad a administrar la abundancia, la pérdida a apreciar lo que tenemos y a evaluar nuestra trayectoria según baremos más fiables e imperecederos”
Os dejo esta reflexión de Anthony de Mello que no tiene desperdicio y que espero que os permita reflexionar toda la semana y que podamos compartirlas en este blog: “Algunas personas nunca aprenderán nada porque lo comprenden todo demasiado pronto. Después de todo, la sabiduría no es una estación a la que se llega, sino una manera de viajar. Si viajas demasiado aprisa, no ves el paisaje. Saber exactamente adónde va uno puede ser la mejor manera de extraviarse. No todos los que pierden el tiempo se extravían”
Disfrutad de la semana