Seguramente conoces ya el estudio que a finales de la década de los 60 e inicio de los 70 se desarrolló en la Universidad de Stanford. Los investigadores que estudiaron la gratificación aplazada en niños, correlacionaron los altos niveles de autorregulación con valores positivos de éxito en sus vidas como adultos.
Pero no es de este estudio del que quiero escribir hoy sino de una continuación del mismo que se ha desarrollado en la Universidad de Rochester en 2012. Puedes leerlo aquí.
En este caso, los investigadores dividieron a un grupo de niños en dos pequeños grupos. A uno de ellos se les presentó una situación fiable y al otro grupo no. Hacían pasar individualmente a los niños a una sala donde un investigador les ofrecía elegir entre dos opciones. Empezar un proyecto artístico con una ceras de colores gastadas y metidas en un frasco de cristal o esperar a que el investigador trajera material nuevo y de más calidad. Todos los niños, en ambos grupos, decidieron esperar al nuevo material.
Los niños que estaban en el grupo de situación fiable recibieron el nuevo material tal y como les habían prometido. Sin embargo, en el grupo de situación no fiable el investigador regresó a la sala excusándose por no haber traído el material y diciendo que había sido un error.
Lógicamente la cara de desilusión de los niños del grupo de situación no fiable fue evidente cuando descubrieron que no iban a recibir el material prometido. Y no solo eso, sino que la implicación en el proyecto artístico fue notablemente inferior en este caso frente al grupo de entorno fiable.
Cuando los niños habían empezado su proyecto artístico los investigadores les dijeron a cada uno de ellos que había llegado la hora de tomar algo dulce. En este momento replicaron el estudio de la Gratificación aplazada que Mischel desarrolló en Stanford. Todos los niños acabaron comiéndose el dulce antes de terminar los 15 minutos que se les proponía que debían esperar, pero los niños del grupo fiable demostraron un tiempo de gratificación aplazada cuatro veces mayor (una media de 12 minutos) que los que estaban en el grupo no fiable (3 minutos de media). Sin duda la calidad de la autorregulación tiene mucho que ver con el entorno y la experiencia.
Los investigadores concluyeron que si los niños están en un entorno donde las ganancias a largo plazo son raras o inexistentes es lógico pensar que quieren su recompensa de manera inmediata, ya que no confían en que esas situaciones vayan a ser ciertas. Por el contrario, cuando los niños del entorno fiable vivieron experiencias donde se cumplía lo que se les prometía fueron capaces de esperar más porque interpretaron sus opciones de manera muy diferente.
No podemos olvidar que estas experiencias que vivimos desde niños son entrenamientos para nuestra vida adulta. Los profesionales en cualquier organización valoran su lugar de trabajo en términos de fiables o no fiables, protectores o amenazantes y a sus directivos como personas que cumplen lo que prometen o no.
En entornos de tanta complejidad e incertidumbre todas las personas necesitamos una mínima fiabilidad. La desmotivación tiene en gran medida su origen en entornos poco fiables y en comportamientos profundamente incoherentes. Y esto ocurre con los niños en su educación, así como en los adultos y en sus entornos profesionales.