Hace unos días escuchaba una entrevista radiofónica en la que Arturo Pérez Reverte era entrevistado por una famosa locutora en la que dejó una reflexión que me llamó mucho la atención. Hablaba el escrito de cómo en su vida cada vez había menos MAYÚSCULAS y se iban transformando en minúsculas.
Se refería a cómo con el paso de los años iba entendiendo que los dogmas y las verdades en mayúsculas iban desapareciendo y daban paso a esas minúsculas, en las que entran las infinitas perspectivas que te entrega la vida. Cuantas veces hemos tenido que desdecir nuestras palabras al descubrir una nueva realidad que lo cambiaba todo y por tanto nos cambiaba también a nosotros.
Y es que existen tantos puntos de vista como personas, ya que cada uno, tal y como explica el coaching ontológico, somos un observador único del mundo.
http://www.youtube.com/watch?v=JZz9BJjdWe
http://www.youtube.com/watch?v=IPaFWFvwDIw
Pero también es cierto que esas MAYÚSCULAS que siempre perduran con el paso del tiempo, lo hacen porque siempre fueron las semillas de nuestra esencia, lo que se robustece en la adversidad, en la dificultad .
Escuchando a Pérez Reverte, iba enlazando la idea de cómo cuando alguien o algo agrede a mis MAYÚSCULAS es cuando provoca en mi un comportamiento donde el enfado es la emoción primaria.
Incluso dentro de mis MAYÚSCULAS más marcadas siempre tendrán cabida las minúsculas que las enriquecen, que me permiten observar lo más valioso de mi identidad desde las múltiples, si no infinitas, perspectivas.
Me quedo con la idea de que las minúsculas enriquecen, ya que nos invitan a entender las cosas desde prismas muy diferentes a los nuestros. Sé que da miedo aceptar que las MAYÚSCULAS que cada uno ha ido fortaleciendo a lo largo de la vida puedan desmoronarse al adentrarnos en un viaje interior en el que apostamos por alcanzar nuestra mejor versión.
Nos enseñan a construir MAYÚSCULAS que nos hagan fuertes y a desechar minúsculas que nos hacen vulnerables. Pero, ¿aún no hemos entendido que la vulnerabilidad nos abre la puerta del aprendizaje? ¿no somos capaces de mostrarnos vulnerables ante lo desconocido para emprender, como principiantes, nuevos caminos? Las excesivas MAYÚSCULAS nos hacen intransigentes, intolerantes y empobrecen nuestra visión del mundo. Emborronan nuestros mapas y nos ponen obstáculos para seguir aprendiendo.
De nuevo aparece el poder de lo minúsculo, el valor de lo pequeño, la grandeza de atreverse a pasar a minúsculas lo que alguna vez escribimos en mayúscula.