El viernes comenzamos un Curso de Especialización en Liderazgo, Coaching y gestión del Talento desde el deporte. Había prometido enviar a los nuevos alumnos algún artículo interesante relacionado con cómo debemos fijar objetivos. Releyendo lecturas de El País Semanal encontré una que me resultó interesante para compartir con ellos. La lectura contenía una metáfora que, a modo de cuento, explicaba la semejanza de nuestra vida a un jardín en el que los únicos jardineros somos nosotros.
En este jardín tenemos plantas de todos los tipos: plantas de trabajo, plantas de familia, de nuestros hobbies, etc.
¿Están todas las plantas igual de cuidadas? ¿todas necesitan el mismo cuidado? ¿qué número de plantas es el adecuado? Quizás si tenemos demasiadas no podamos atenderlas como debemos y algunas se pueden poner mustias y morir. Sin embargo, si tenemos pocas podemos quedarnos con un jardín demasiado pobre si las inclemencias del tiempo nos las estropean.
Además de nuestras plantas, en el jardín también existen semillas que nosotros hemos plantado. Las semillas son nuestros objetivos. ¿Por qué hemos sembrado estas semillas y no otras? ¿son las semillas que queríamos sembrar o, por el contrario, las hemos sembrado porque hemos visto que nuestro vecino así lo había hecho y habían florecido?
Las semillas, como los objetivos, deben estar bien sembrados y sobre todo requieren que les demos tiempo. Algunos jardineros, impacientes por no ver las flores rápidamente, se dedican a seguir plantado semillas por si estas nuevas florecen más rápido.
Un buen jardinero es paciente. Muchas veces, cuando vemos crecer la planta que hemos sembrado, empiezan a aparecer las dudas de si realmente esa planta es la que habíamos plantado o no. No tiene el color, ni la forma que nosotros habíamos pensado. Dábamos por hecho que la planta aún joven debía parecerse a la planta madura que deseamos tener. Pero casi nunca es así. La planta sufre cambios hasta llegar a la etapa adulta y por eso hay que cuidarla y confiar en que, poco a poco, vaya desarrollando su aspecto final.
Con los objetivos nos ocurre algo muy parecido. Deseamos alcanzarlos ya, casi sin abonarlos, y sin apenas regarlos. Solo estamos satisfechos cuando tenemos la planta totalmente desarrollada. Y sin embargo, donde debemos poner nuestro foco es en el proceso que la planta sigue hasta convertirse en lo que esperábamos. Tal y como hablábamos este sábado con nuestros alumnos, lo importante no es llegar a la cima de la montaña sino disfrutar del camino. El alivio de llegar a la cima lo solemos confundir con la felicidad.
Además, siempre ocurre que en nuestro jardín crecen malas hierbas al lado de nuestras semillas. Hay jardineros que dedican todo su tiempo a arrancar las malas hierbas y no a cuidar de sus plantas. En todos los jardines hay malas hierbas, lo importante radica en si dedicas más tiempo a arrancar malas hierbas o a cuidar tus plantas.