Como podemos leer en El Principito “Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo. Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo de mar libre e infinito”. Todo cobra sentido cuando hay grandes ideales arraigados en nuestras acciones por pequeñas que sean.
Para estimular nuestro liderazgo y poder ayudar a que otros puedan desarrollar todo su potencial debemos fomentar espacios de desarrollo creativos, utilizando como palancas los desafíos inspiradores. Estos retos deben aterrizarse en objetivos que, tal y como explica Mihály Csikszentmihalyi, no sean ni demasiado fáciles ni estén por encima de nuestras capacidades de tal manera que nos generen ansiedad.
Lo que no es sano es ceder a la dictadura de los objetivos sin atender a la importancia del proceso: Ser consciente de caminar en la dirección correcta te permite concentrar la atención y disfrutar de cada paso. Lo importante no es cumplir los objetivos ni que éstos sean la meta final. La esencia de un objetivo es ayudarnos a disfrutar el presente.
Y en este camino que todos decidimos recorrer en nuestra vida debemos apoyarnos en nuestras fortalezas. Es decir, centrarnos en aquellas cualidades que nos van a permitir alcanzar y sentir el éxito en lo que hacemos. No quiero con esto decir que no debamos seguir mejorando en nuestras debilidades, sino que bastaría con que nuestras debilidades no supusiesen un freno excesivo a nuestro crecimiento. La mejora permanente se sustenta sobre nuestras fortalezas.
El camino de la excelencia requiere de una motivación permanente, un sentirse eficaz y competente ante los nuevos retos que nuestro camino nos exigirá. Es precisamente por este motivo por lo que corrigiendo exclusivamente nuestras debilidades nunca podremos alcanzar la excelencia. Son nuestras fortalezas las que nos permitirán experimentar el éxito y superar, de esta manera, tareas cada vez más difíciles.
Y en este camino que nos lleva a afrontar y superar tareas de mayor dificultad se robustece la autoestima, materia prima de la autoconfianza, sin la cual nada es posible: las personas que dudan de sus capacidades rehúyen las tareas difíciles y nunca llegarán a convertirse en lo que podrían llegar a ser. Dependiendo de cuál sea el concepto que tengamos de nosotros mismos, así construimos nuestro camino y por tanto así labramos nuestro destino.
Como bien dice mi amigo Gerardo, “si encuentras una persona feliz, encontrarás un proyecto”.