Con esta frase que Virgilio escribió en La Eneida te propongo iniciar el nuevo curso que para muchos de nosotros comienza hoy mismo.
Ahora que regresamos con energías renovadas es necesario no caer en las rutinas a las que nos acostumbra el día a día. La fortuna a la que se refería Virgilio no deja de ser otra cosa que las oportunidades que generamos al activar dos cualidades claves: La valentía y la rebeldía.
Es curioso que quienes más nos enseñan esto a diario son los niños. No hay mayor apuesta de futuro que tener un hijo. Y no solo tenerlo sino aprender a adaptarse a sus cambios.
La valentía nos abre puertas insospechadas porque nos permite entrar en terrenos desconocidos que nos generan curiosidad.
Los niños son curiosos por naturaleza lo que les permite disfrutar en gran medida de lo que descubren.
En 1996 se publicó en Psychology and Aging, un estudio realizado a más de 1.000 adultos mayores entre 60 a 86 años de edad y desarrollado en un período de cinco años, donde aquellos sujetos que demostraron ser más curiosos al inicio del estudio eran más propensos de estar vivos al final.
Podemos llamarle curiosidad o mantener y alimentar proyectos de vida. Lo que está claro es que hay muchos estudios que empiezan a relacionar esto con la calidad de vida de las personas aunque no les hagan más longevos.
Otro de los regalos mal entendidos que los niños nos ofrecen es la rebeldía. La rebeldía bien encauzada de un niño permite disponer de oportunidades para entrenar la independencia, el espíritu crítico, la libertad individual y la construcción de un personalidad solida. Si, por el contrario, apagamos la rebeldía nos convertimos en sumisos adormecidos por una sociedad a la que no le interesa que sus adultos tengan opiniones propias.
La rebeldía bien trabajada genera un espíritu inconformista que permite provocar cambios que se creían imposibles. Pero no confundamos el espíritu inconformista con un estado de insatisfacción permanente. Nada tiene que ver una cosa con la otra. Las personas insatisfechas permanentemente poseen un estado de ánimo inseguro, con grandes dificultades para aceptar las situaciones que no pueden cambiar. Los inconformistas se rebelan contra lo establecido por el simple hecho de que “siempre se hizo así”
Por eso la fortuna sonríe a quien se rebela contra lo rutinario, a quien es audaz e indaga más allá de lo visible a los ojos de todo el mundo. Las dosis adecuadas de audacia y rebeldía nos predisponen a vivir, a experimentar nuevos desafíos. La apatía y el conformismo frente a lo fácil nos regalan vidas vacías de sentido. Y el problema es que aceptamos muchos de esos regalos.
Ahora que comenzamos una nueva temporada, te propongo que alimentes tu audacia y te rebeles contra aquello que te paralice. Dedica un rato a observar la manera en la que un niño despierta su curiosidad y te darás cuenta de que el secreto de una vida más plena la tienes presente en los más pequeños.