No es de extrañar que cuando los trabajadores de muchas empresas son evaluados por sus superiores en relación a su desempeño profesional, se repitan las mismas situaciones que dejan a los evaluados muy frustrados y a los evaluadores con la sensación de que aquello ha servido para muy poco.
Como animales de costumbres que somos, repetimos tantos modelos anacrónicos que no somos conscientes del daño que eso provoca a nuestro talento. Es normal que si desde pequeños nos han educado en arreglar lo que hacemos mal, prestando poca atención a lo que hacemos especialmente bien, cuando somos profesionales este modelo se repita.
Llamémosle áreas de mejora, debilidades o como quiera que queramos denominarlo. Año tras año se repiten los mismos ítems como recordatorio de donde fallamos, sirviendo a veces de argumento para recordarnos que no vamos a conseguirlo.
No espero que pienses que en este post subyace la idea de estar en contra de corregir aquello que no hacemos bien. Es necesario corregir lo que no hacemos bien. Pero esta reflexión está orientada en otra dirección.
¿Cuánto tiempo dedicamos a arreglar lo que hacemos mal y cuánto dedicamos a mejorar lo que hacemos bien? Si la balanza cae sobre el lado de las debilidades nuestro talento se verá afectado.
¿Cuánto tiempo gastamos en observar y analizar lo que otros hacen mal sin mirar lo que pueden aportar? ¿Qué beneficio obtenemos haciendo esto?
Nuestras fortalezas hablan de nuestra esencia, de lo que somos y de lo que no debemos negociar en ninguna situación. No sé si te has dado cuenta de que cuando negocias tu esencia suele irte mal siempre.
Si mi orientación a los resultados me hace ser poco flexible, prefiero que me ayuden a ser cada vez mejor en mi fortaleza. Esto no significa que no quiera aprender a ser más flexible, pero las debilidades quiero trabajarlas hasta el punto donde no supongan un obstáculo a mi desarrollo. Porque si me convierto en una persona que destaque por su flexibilidad, estaré perdiendo gran parte de mi capacidad de orientación para que las cosas sucedan y, por lo tanto, corro el riesgo de dejar de ser yo. Y eso es peligroso porque en mis fortalezas esta mi arma más valiosa.
Apuesto por ser acompañado a descubrir otros caminos posibles para mejorar mis fortalezas pero que no me recuerden constantemente mis debilidades.
Si estoy en lo que me falta no podré estar en lo que me sobra. Es como tener un pie a cada lado de la orilla de un rio. O decido estar en una orilla o en la otra, pero estar en una posición intermedia no me lleva a ningún sitio. Desarrollar el talento necesita de un proceso de atención plena. Estar en la abundancia de mi talento me hace generar más talento, sin ser iluso pensando que no tengo mis lados oscuros.
¿Pueden mis debilidades transformarse en fortalezas? Os invito a responder a algunas de las cuestiones que planteo. De esta última cada vez estoy más convencido de que no es posible. Porque si fuera así seguramente esa debilidad no seria tal.
Pero, ¿tú qué opinas?