Un prototipo muy habitual en las organizaciones empresariales, en el deporte y en definitiva, en cualquier ámbito de nuestra vida es el envidioso profesional.
La envidia es definida como el deseo de algo que no se posee. Si bien la envidia en su definición más académica está vinculada a la tristeza, también podríamos establecer relaciones con el enfado tal y como algunos psicólogos apuntan.
La envidia tiene una fuerte connotación social y está vinculada directamente con el autoconcepto del individuo.
La envidia se manifiesta en distintos grados y es fácilmente observable:
1. Me gusta tu juguete y lloro. Este comportamiento infantil, que podemos observar en los niños es lo que en los adultos podríamos llamar la envidia sana. En los adultos este tipo de envidia no lleva implícita la animadversión hacia quien posee lo deseado e incluso, va cargado de admiración hacia esa persona. El problema es que lleve implícito un sentimiento de inferioridad.
2. Me gusta tu juguete y te lo quito. En este caso la envidia deja de ser sana y se torna mucho más nociva. Al desear lo que no poseo, desacredito a la persona que si lo tiene. “Fíjate que puesto tiene, seguro que es por enchufe” ”Sigo sin explicarme el motivo por el cuál le han elegido al él si no tiene ni idea”. La envidia de este tipo es sumamente injusta ya que varios estudios han demostrado que sentimos más envidia por el incentivo conseguido por un compañero que por alguien que tiene dinero por herencia familiar, posiblemente siendo el primero de ellos mucho más trabajado que el segundo. Desacreditamos a quien logra sus resultados y buscamos múltiples excusas que nos sirven para esconder nuestra incapacidad manifiesta para conseguir lo que deseamos.
3. Me gusta tu juguete y te lo rompo. En este grado de envidia podemos incluir a los envidiosos profesionales. Esta envidia es tremendamente destructiva y patológica ya que se basa en el comportamiento orientado a destruir todo lo que una persona ha podido lograr, simplemente por el hecho de no poder disfrutarlo en primera persona. “Pues si yo no lo consigo tu tampoco lo vas a hacer, aunque sea lo último que haga en esta empresa”
Este nivel de envidia lleva irreparablemente al profundo resentimiento, aunque por el fuerte rechazo social de esta emoción, el envidioso difícilmente se identificará como tal.
Desgraciadamente existen muchos ejemplos de las terribles consecuencias que puede acarrear este tipo de envidia para el desarrollo de personas, equipos y organizaciones.
Lo que me queda muy claro es que detrás de una crítica reiterada e injustificada es muy probable que exista envidia y lleva a alimentar una frustración permanente por el hecho de no conseguir lo que se anhela.