Leí hace unos días una historia acerca de una psicóloga que durante una conferencia que impartía sostuvo durante un instante un vaso de agua y comentó a su audiencia que deseaba hacerles una pregunta. Casi todos los presentes pensaron que recurriría al tópico del vaso medio lleno o medio vacío. Sin embargo, la pregunta era otra muy distinta: ¿Cuánto pesa este vaso?
Gramos arriba o gramos abajo los asistentes fueron compartiendo sus predicciones tratando de adivinar el peso exacto del vaso con agua.
Sin embargo el peso del vaso no era lo importante: “El peso no importa. Lo importante radica en cuanto tiempo sostienes el vaso”.
Si lo mantienes unos minutos el peso es insignificante y no supone un problema. Si lo sostienes durante una hora, seguramente tu brazo se resentirá. Si tratas de mantenerlo a lo largo de un día completo el dolor se hará insoportable y afectará a tu brazo.
Así funciona las preocupaciones y el estrés que generan. El vaso con agua se convierte en una interesante metáfora para explicar el peso que suponen las preocupaciones que vivimos.
Te pido que no infieras de estas palabras que la solución está en no tener preocupaciones. Nada más lejos de la realidad. Muchas situaciones difíciles son ajenas a nosotros y en algunos casos no hay nada que esté en nuestra mano para poder solucionarlas. Algunas incluso pueden convertirse en auténticos dramas. Esto no se nos puede olvidar nunca porque de lo contrario caeríamos en la mezquindad de la autoayuda barata. Estos casos no aplican para esta metáfora. En estos casos no hablaríamos de vasos sino de recipientes de gran tamaño.
Con esta metáfora tan solo pretendo ilustrar muchas de esas situaciones que empiezan siendo pequeñas dificultades y situaciones molestas que por no abordar oportuna y adecuadamente las incorporamos a nuestras “mochilas emocionales” pensando que podemos con ellas: situaciones profesionales con las que estamos a disgusto pero con las que decidimos convivir, relaciones que no nos permiten crecer y sin embargo no queremos afrontar para solucionarlas. Muchos automatismos y creencias que aceptamos como parte inmodificable de nuestra manera de ver la vida se convierten en pesadas cargas con las que convivimos casi sin darnos cuenta.
El peso no importa. Lo importante radica en cuanto tiempo sostienes el vaso
Cada cual sostiene sus vasos de agua y el tiempo que lo mantienen lo determina en gran medida la calidad de la gestión de uno mismo. El abandono emocional eleva el peso del vaso hasta límites insospechados. Afilar el hacha suele resultar siempre muy aconsejable para volver a conectar con nosotros mismos.
Los ritmos frenéticos, el estrés desmedido, la velocidad descontrolada, el desasosiego permanente o el desperdicio de energía se convierten en razones de peso para incrementar el tiempo que seguimos sosteniendo nuestros “vasos de agua”
¿Cuál es tu vaso?