Cuidado con lo que funciona
Leo en un artículo reciente que falta talento en las organizaciones. No me lo creo. Al menos me cuesta mucho creer que el talento es escaso. Una amiga salió llorando de su última evaluación de desempeño. Ha recibido un severo castigo por parte de su jefe. Seguramente este pensó que infligir un castigo le vendrá bien para que aprenda.
Seguimos cometiendo los mismos errores de los que llevamos quejándonos muchos años. Quizá es que no hemos avanzado nada. Es posible que el error de todo esto radique en no darnos cuenta del peligro que tienen las cosas que funcionan.
¿Es posible que alguien que ha sido castigado o humillado públicamente sienta ganas de cooperar y colaborar con entusiasmo? Mi opinión es que no. Ya son demasiadas las ocasiones que he asistido a escarnios públicos a directivos y profesionales de alto desempeño como muestra de “firmeza” por parte de sus superiores. Aún muchos piensan en los efectos beneficiosos del castigo para que las personas se “pongan las pilas”. De hecho el castigo, la amenaza y el chantaje siguen estando en la lista de las herramientas más utilizadas a la hora de dirigir muchas organizaciones. Es posible que quienes las infligen no lo vean así, sino como una prueba de regio liderazgo.
Quizá es normal que estos comportamientos sean tan habituales cuando también siguen siendo muy aceptadas estas herramientas en la educación de los niños. Si llevamos toda la vida utilizando estas fórmulas lo fácil es seguir haciéndolo toda la vida.
El castigo funciona. Y vaya si funciona. Es rápido y eficaz en el corto plazo. Si lo utilizo me aseguro mantener el control.
Es posible que quienes apuestan por estas fórmulas piensen que el castigo es la vía para llegar a conseguir que un niño se discipline y por tanto también se extrapola al adulto. También es muy probable que tengan la idea de que para que alguien se porte bien primero debe sentirse mal. Romper estos paradigmas no es tarea sencilla, en gran medida porque carecemos de las herramientas y la habilidad necesaria para utilizarlas correctamente.
Para aquellos que son amigos del castigo, deben saber que las consecuencias más habituales cuando se aplica son:
El resentimiento, que lleva a desconfiar por completo de los demás.
La revancha, que destruye el trabajo en equipo.
La rebeldía, que deja de sumar y desalinea.
La sumisión, evadiendo cualquier futuro riesgo, dejando de atreverse a hacer nada sin la decisión de otros.
La creencia de incapacidad asumida, que se instaura en grandes profesionales que no son alentados.
Hasta que no dejemos de lado el castigo y lo sustituyamos por las consecuencias lógicas no conseguiremos que las personas se responsabilicen. Tan solo que se sometan por miedo o se rebelen y no aporten. En ninguno de los casos es posible, ni remotamente, que el talento pueda aflorar. ¿Realmente nos falta talento o será que no sabemos generar los contextos para que el talento aflore?
¿En qué se diferencian el castigo y las consecuencias lógicas? Eso lo dejo para un nuevo post.