Tomando como título el famoso eslogan de una compañía española de caldos, me encantaría reflexionar sobre nuestros proyectos personales y profesionales.
Cuando piensas en personas que sirven como modelos inspiradores, te das cuenta que una de las claves diferenciadoras con respecto a otras muchas, reside en esta diferencia entre cocer y enriquecer.
Cuece quien tiene prisa, quien quiere satisfacer su necesidad más primaria y quien responde a lo táctico sin mirar más allá. Y claro, cuando tan solo cueces corres el riesgo de que lo que has preparado resulte soso, insulso y comida basura que no tiene ningún beneficio para tu salud, más allá de saciar tu hambre en un momento puntual. Además, cuando algo te sale mal así, recurres a los condimentos y las salsas que tratan de dar un aspecto y un sabor que terminan distorsionando la materia prima que has utilizado.
Sin embargo, quien enriquece emplea el tiempo necesario para elaborar una receta que va mejorando día a día. Ante todo le pone cariño a lo que hace, dedica tiempo a buscar la mejor materia prima que esté a su alcance aunque para eso deba recorrer más distancia para encontrarla. Sabe que la materia prima es la base de una buena receta y que la manera de cocinarla, junto con los condimentos adecuados y el ritmo de preparación, son la clave del éxito. Ni muy rápido ni demasiado lento, sino al ritmo adecuado en cada momento.
La materia prima es nuestro talento, la base de nuestro proyecto, lo más valioso y lo que marca la diferencia. Pero si nuestro talento no se condimenta y se enriquece terminará siendo otro menú de fast food que terminará siendo engullido por otros muchos de manera rápida porque no hay tiempo para saborearlo.
Enriquecer es un arte y el arte lleva tiempo. Cuando alguien enriquece no lo hace movido por el ansia de comer, sino por la experiencia posterior que deriva del tiempo empleado en su preparación.
Quien enriquece sabe igualmente de la importancia que tiene la presentación de un plato. El plato final debe ser compacto: una excelente presentación, con la textura, el sabor y el aroma que nos transporten al cariño y al cuidado con el que se ha tratado la materia prima.
Quien cuece lo hace para un consumo propio (no hay tiempo que perder) pero quien enriquece lo hace para que otros también se beneficien del resultado.
No hay mayor aspiración para nuestro talento que compartirlo para enriquecerlo.