Si cuando era estudiante universitario mis padres me hubieran dicho que me acompañaban a la facultad a hacer la matrícula o a hablar con un profesor, creo que hubiera buscado la cámara oculta o esperaría que la broma acabara pronto. Sin embargo, esto que en mis años de juventud era ciencia ficción resulta que es cada día un fenómeno más habitual que ya ha alcanzado el grado de síndrome. Muchos especialistas hablan ya del fenómeno de los padres helicóptero, progenitores que sobreprotegen a sus hijos a lo largo no solo de su infancia sino en la adolescencia y juventud.
Incluso Cary Anderson, doctora en educación de la Universidad Saint Joseph de Filadelfia, habla de tres tipos de padres helicóptero:
Los helicópteros de combate, padres que atacan a todo aquel que entienden que agrede a sus hijos y por lo tanto anulan a sus hijos cualquier tipo de capacidad de afrontar situaciones difíciles.
Los helicópteros de tráfico, padres que guían las decisiones de sus hijos, convirtiéndose en consultores familiares, evitando el esfuerzo a sus hijos de tomar decisiones.
Los helicópteros de rescate, dispuestos a sacar de todas las situaciones de crisis en las que se metan sus hijos, en muchas ocasiones aportándoles los recursos materiales necesarios para salir de ellas.
Investigadores de la Universidad Mary de Washington han estudiado este fenómeno concluyendo que la influencia de estos padres helicóptero afecta de manera fulminante a los niveles de autonomía, competencia y conexión social de estos jóvenes e incluso incide en el aumento de los niveles de depresión e insatisfacción con la vida.
Según Adecco, el 8% de los universitarios estadounidenses fueron acompañados por sus padres a entrevistas de trabajo y un 3% de ellos permanecieron junto a ellos en dichas entrevistas.
Muchos de estos padres desgraciadamente someten a sus hijos a las mismas rutinas estresantes a las que se someten a los adultos que trabajan en el ámbito empresarial: Guarderías que imparten chino, niños atletas que compiten desde muy jóvenes sin ninguna estrategia a largo plazo, espíritu competitivo con altas dosis de autoexigencia que les impiden disfrutar de la infancia y la adolescencia. Padres que trasladan los modelos de la empresa y los replican sin ningún pudor en sus familias como si sus hijos fueran sus empleados.
Y todo ello, ¿en que situación nos coloca cuando estos jóvenes sean adultos? ¿serán capaces de tomar decisiones en sus puestos de trabajo o tendrán que pedir consejo a sus padres?
Proteger o sobreproteger, ¿dónde está el límite?
Propongo acompañar sin evitar la frustración, no siendo un sustituto del esfuerzo permanente, no generando expectativas en los hijos como si fueran lo que sus padres no pudieron ser. Todo lo que se entrena desde pequeño se transforma en hábito cuando eres joven y posteriormente adulto. Todo los comportamientos que se alimentan desde pequeños se multiplican exponencialmente en el futuro. Si la sobreprotección se riega permanentemente, se ahoga cualquier capacidad de crecer y desarrollarse sano y robusto.
Las empresas pueden empezar a sufrir las consecuencias de los padres helicóptero no solo con sus nuevos trabajadores sino con aquellos que con el tiempo puedan llegar a puestos de responsabilidad y copien modelos aprendidos.
Sigo pensando en la imagen de mis padres queriéndome acompañar a la universidad y no sé bien si me entra la risa o me da miedo.