¿Sabéis que en el fatídico viaje del Titanic se embarcaron 10 españoles? Este es el argumento que se recoge en un fantástico libro de investigación capitaneado por mi amigo Javier Reyero, que me ha mantenido intrigado con su lectura a lo largo de la semana.
La historia de estos 10 españoles nos puede ilustrar sobre las actitudes y comportamientos que el ser humano puede tener bajo una situación de supervivencia.
Si analizamos el Titanic como un sistema en el que vivimos, seguramente nos conecta con la realidad que podemos estar sufriendo en estos momentos. El Titanic se construye como símbolo del desarrollo y del apogeo de una época. Se marcaba un antes y un después con la construcción del mayor barco de transporte de la historia, que quería dejar un legado de glamour y de grandiosidad.
El barco daba cobertura a tres niveles de la sociedad perfectamente ubicados en el transatlántico y claramente diferenciados. Lógicamente los pasajeros de diferente clase no se mezclaban entre si, generando espacios exclusivos para cada uno de ellos.
La vanidad del capitán Smith y su creencia errónea de que el Titanic era insumergible puso en riesgo y llevó al desastre al “sistema” que dirigía.
Desoír las señales que constantemente le indicaban que estaba generándose una situación de peligro para las 2200 personas que constituían el pasaje y la tripulación, les llevó al completo desastre.
Una vez que el Titanic estaba “clínicamente muerto” los autores de este libro nos cuentas cómo cada pasajero gestiona la situación. No había sitio para todos en los botes salvavidas y muchos de los hombres se resignan a su situación y se dan por vencidos, dejando su suerte al destino.
Pero dos de nuestros protagonistas, Julián Padró y Emilio Pallas, desafiando la regla de que los hombres no pueden utilizar los botes salvavidas, saltan al vacío para caer al bote 9 y salvar su vida in extremis.
La cultura de clases llevó a impedir que muchas más personas se salvaran ya que los botes no iban completamente llenos de pasajeros y se reservaban para los de primera clase.
El Titanic como sistema puede asemejarse a la crisis actual que vivimos. Parece que solo sobreviven los de primera clase aunque haya sitio para el resto. Solo los que demostraron valentía y arrojo, desafiando las normas establecidas en un sistema decadente fueron capaces de sobrevivir.
Como muy bien dicen los autores: “por muy modernos, enormes, rapidísimos, lujosos, o equipados con la tecnología más puntera, los barcos continuaban expuestos al peligro de un naufragio”.
Os invito a leer este apasionante relato histórico para aprender como sobrevivir a las crisis.
Buen inicio de semana estival