Golnaz Tabibnia y Matthew Lieberman, investigadores de la Universidad de California, mostraron en un estudio publicado en 2007 («Fairness and Cooperation Are Rewarding: Evidence from Social Cognitive Neuroscience» en Annals of the New York Acadeny of Sciences, 1118, 90-101) que 2 dólares pueden generar más recompensa cerebral que 10 dólares. Puedes saber más de este estudio aquí
En la investigación de Lieberman y Tabibnia, hicieron participar en el llamado juego del ultimátum a un grupo de 12 voluntarios, alumnos de la universidad, con la finalidad de que aceptaran o rechazaran la oferta hecha por una tercera persona para repartir con ellos una cantidad de dinero.
Basado en el conocido dilema del prisionero, si rechazaban la oferta, ni ellos ni la persona que hacía la oferta recibirían nada. Algunas de estas ofertas eran justas (como recibir 2 dólares de un total de 4 dólares), pero otras eran abusivamente injustas (como recibir 2 dólares de una cantidad total de 23 dólares).
Casi la mitad de las veces, los participantes aceptaron ofertas “injustas”, que suponía llevarse entre un 20 y un 30% de la cantidad total de dinero, pero cuando lo hacían sus cerebros no ponían en marcha el circuito de recompensa. Este sistema solo se activaba en aquellas situaciones en las que las ofertas realmente eran percibidas como justas. Menos de un 2% de los participantes aceptaron además ofertas de un 10% del dinero total.
A pesar de que antes de recibir cualquier cantidad, los participantes no tenían nada, el hecho de que el otro se quedara con más dólares hacía que se percibiese la situación como injusta y se disparaba el sistema cerebral de amenaza.
Y es que aunque la ganancia fuera siempre de la misma cantidad, cuando los participantes consideraban que la oferta había sido justa se mostraban más contentos que cuando la oferta no lo había sido.
Los investigadores concluyen que la «aversión a la desigualdad» es tan fuerte que los individuos están dispuestos a sacrificar ganancias personales para evitar que otra persona reciba un resultado mejor que no resulta equitativo.
La aversión a la desigualdad juega un papel crucial en los entornos organizacionales. La desigualdad percibida en el ingreso o el esfuerzo ejercido puede amortiguar la moral y el desempeño de cualquier trabajador.
Por el contrario, la equidad percibida puede tener el efecto opuesto y mejorar la actitud de los empleados.
¿Por qué los seres humanos somos sensibles a la equidad?
No podemos olvidar que la formación de vínculos sociales seguros es una necesidad humana fundamental. Los seres humanos han evolucionado para operar socialmente.
Por este motivo los reforzadores sociales, como el trato justo y la cooperación, aumentan la motivación intrínseca, mientras que la remuneración monetaria tiende a provocar una motivación extrínseca.
Cuantas ocasiones encontramos en nuestro día a día laboral relativos a pequeños tratos injustos y poco o nada equitativos que desconectan a las personas que los reciben. La activación de los circuitos cerebrales vinculados con la amenaza y no con los de la recompensa inciden en la desconexión emocional de muchos profesionales. ¿Y cuantas de estas situaciones implican desigualdad de oportunidades para las mujeres frente a los hombres?. Y las vemos pasar y no decimos nada. Basta ya.