“Deja de jugar que esto ya va en serio”. Con esta frase tan demoledora se termina de un plumazo gran parte de las posibilidades que tenemos de enriquecernos, de manera gratuita, del aprendizaje más valioso y duradero del que dispone el ser humano: El aprendizaje vivencial a través del juego.
Una de las acepciones aprobadas por la Real Academia de la lengua española a la palabra jugar es la de arriesgar y aventurar. Y al fin y al cabo son las dos palabras que mejor encajan con el desarrollo personal.
Si en el mundo laboral nos peleamos por encontrar personas valientes que asuman riesgos y se embarquen en aventuras inciertas, ¿por qué no indagamos en saber si esas personas fueron niños que jugaron durante mucho tiempo? ¿o incluso adultos que no han dejado de jugar?
Y si esto es así, ¿cuál es el motivo por el que dejamos de jugar? ¿qué valor le hemos dado al juego para limitarlo tan solo a una edad temprana y desprenderle de la importancia vital que posee para el aprendizaje?
https://www.youtube.com/watch?v=0UQzz7Dwuvk
“La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño” Friedrich Nietzche
El poder del juego es infinito para la madurez del niño. En el juego se disfruta, de la misma manera que aparecen las frustraciones imprescindibles para madurar. Los niños aprenden a innovar, a competir, a mejorar los resultados de juegos anteriores, a probar sin miedo a equivocarse, a colaborar y cooperar con los demás. El juego es el contexto en el que las cosas suceden y donde todos los que hemos dedicado mucho tiempo a jugar, hemos aprendido a gestionar conflictos, a regular nuestras emociones, a aceptar la derrota como algo natural y a entender que al día siguiente tendríamos una nueva oportunidad porque lo de ayer ya pasó. También es en el juego donde decidimos elegir o ser elegidos por otros, y donde aprendemos que no necesitamos nada más allá que el poder de nuestra imaginación.
Los niños no quieren abandonar los juegos pero, sin embargo son arrancados de este contexto donde han crecido para meterles en un lugar donde jugar es perder el tiempo.
https://www.youtube.com/watch?v=Q7kBpPfAzr8
“El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta” Pablo Neruda
No podemos permitirnos el lujo de perder esa chispa que es inherente al juego. Esa chispa que nos favorece ver el mundo con unos ojos más optimistas, más desafiantes y retadores. El juego nos regala el poder del aquí y del ahora.
Aquellos adultos que no son capaces de ver el poder del juego, es porque dejaron de jugar demasiado pronto.
La sensación de fluidez tiene mucho que ver con el estado en el que te encuentras cuando estás jugando. Si fluir se acerca al concepto de felicidad, entonces alguna relación entre juego y felicidad debe de haber.
Si un niño es feliz jugando, ¿no será que los adultos deberíamos buscar esos momentos de felicidad en los entornos donde el juego es una actitud poderosa?.
Me niego a ver la vida como algo diferente a un juego donde me permito la posibilidad de intentarlo cada día una vez más