Leía hace unos días un fantástico post en el periódico El País titulado El cocinero que pasó de las estrellas. La historia de Miquel Ruiz es un ejemplo que viene muy a cuento para reflexionar sobre la cara oscura del éxito. Nada más abrir su restaurante La Seu en Moraira ya recibió su primera estrella Michelín.
“Aquel viaje a la perfección casi acaba con nosotros”
Sin embargo, lejos de suponer una alegría, esa estrella Michelín empezó a pasar factura a Miquel y su familia. Tan fue así que en un momento determinado decidieron renunciar y volver a conectarse con su esencia. Abandonó su proyecto y abrió un pequeño local llamado El Baret de Miquel, esta vez en Denia, alejándose del mundanal ruido gastronómico.
Su pasión es cocinar, su satisfacción la gratitud de sus comensales y su premio la libertad de hacer las cosas a su manera y a su ritmo (cierran todos los meses de agosto).
El precio a pagar por estar en un lugar tan deseado, por saborear las mieles de la fama y por la persecución incesante de la perfección lleva consigo siempre un alto peaje que en el caso de Miquel y su familia, era un precio muy elevado. Y es que en ese viaje trepidante hacia el éxito en muchas ocasiones se dejan de lado los valores más esenciales de cada uno. Y cuando uno no es fiel a su esencia, el precio que termina pagando es muy elevado. Y no solo los valores se dejan de lado. También la salud se resiente.
Y da igual el contexto profesional del que hablemos. El éxito que se vende en la sociedad actual tiene mucho que ver con la comparación con otros, con establecer dudosos rankings para tener más visibilidad, pero pocos tienen que ver con el progreso personal, con el afán de superación y con la coherencia entre la filosofía de vida que quieres tener y los comportamientos diarios.
“Siempre en la cocina, pero sin perder la cabeza por competir con nadie más que con uno mismo”.
El ejemplo de Miquel es un aviso a navegantes. Cocineros, artistas, deportistas, o profesionales de primer nivel. Da lo mismo. Cuando no se es fiel a la esencia, cuando se pierde la conexión con lo más íntimo de cada uno, el personaje se come a la persona.
El éxito del personaje nada tiene que ver con el éxito de la persona. La manera de deslumbrar encima de un escenario se puede transformar en mediocridad al bajarse de el.
El ejemplo de Miquel es de una gran utilidad para reflexionar acerca de la importancia de equilibrar ambos planos. Porque el ejemplo de El baret de Miquel nos da las claves:
- Ir a la esencia, sin artificios, sin nada que sobre. Centrado en lo importante.
- Ser inflexible con las líneas que no deben ser cruzadas.
- Saber hacer con cariño aquello que nos hace felices.
- Reconocer el premio en la satisfacción personal y no perder el foco de lo realmente importante: los valores.